Hay en mí dos almas... la una, apasionada y viva, está apegada al mundo por medio de los órganos del cuerpo... la otra, lucha siempre por disipar las tinieblas que la cercan y abrirse un camino hacia la mansión etérea. ¿Por qué con tanta violencia y goce me hundo en la incertidumbre de la humanidad? Entonces... tenía la vista fija en el mar que rugía y se encrespaba cada vez con más fuerza, hasta que al fin se calmaba y extendía tranquilo sus olas para invadir la llanura o la playa... y la ola ahora se acerca, se hincha, crece, invade y se extiende por la inculta arena, sólo están allí las encrespadas olas que al fin se retiran sin haber fecundizado cosa alguna. Esa fuerza sin objeto de los indomables elementos excita mi desesperación y obliga a mi espíritu a tender sus alas sin consultar más que su deseo de luchar y de vencer... sería para mí un goce supremo arrojar de su orilla al mar altivo y tempestuoso, contenerle en los límites de la húmeda playa y hecerle retroceder todo cuanto pudiese. Ahora veo en el espacio un carro de fuego que se dirige hacia mí con rápidas alas… voy a subir a él para recorrer las esferas etéreas. El arte es largo y la vida es corta. La vida es corta y el arte es largo... (Fausto, Goethe)

El Espectáculo

Al igual que el primero, FAUSTO el tarot es una dramaturgia que re-ordena textualidades de las dos partes originales del clásico de Goethe. Pero aquí el aliento temático y dramático está centrado en la figura solitaria de Mephistófeles. Es una hipótesis sobre la continuidad de este personaje-arquetipo más allá de la narración del autor alemán: su discípulo Fausto ya ha desaparecido, ahora el diablo está frente a su propio espejo ontológico, existencial, también carnal. El espectáculo que contiene esta hipótesis dramatúrgica sigue siendo despojado en el extremo, centrado en complejos códigos psico-físcos de la performatividad del actor y desde luego desarrollando un ritual con el espectador.

Se instala en FAUSTO el tarot un drama orientado en tres direcciones, que todo el tiempo se entrecruzan turbulentamente:

El pacto en el ultimo minuto fracasó, el alma de Fausto no pudo pertenecerle… entonces Mephisto ahora es emocionalizado, siente despecho, carencia afectiva y añoranza de su discípulo. Como en toda fractura interior -seguramente amorosa- la violenta ausencia del otro termina siendo una compleja pregunta y un doloroso viaje acerca de la propia identidad.

El pacto nunca fracasó, es ésta la resolución dramática del primer espectáculo Fausto. No fue así porque finalmente el maestro y el discípulo representaron escénica y ritualmente dos entidades que derivaron en lo siguiente: lo oscuro y lo luminoso…ambas entidades que finalmente pertenecen todo el tiempo al Ser.

Así, ahora Fausto ha desaparecido físicamente pero no interiormente en Mephisto: una parte de su alma ha quedado enquistada eternamente dentro de él. En este sentido su alma le pertenece, ha salido victorioso del pacto original.

Pero debe pagar el costo torturado de ser definitivamente habitado por él: ya no hay maestría ni dominación posibles, no hay otredad, entonces el diablo ha perdido en parte su status y ahora está desorientado. Debe cargar con el peso de no poder reconocerse del todo. Su “trofeo” sólo puede estr destinado a permanecer dentro de él como un desafío de renovado auto-conocimiento y de obligatoriedad psíquica: el “alma” de Fausto no le “pertenece” sino que está inextricablemente unida a su ser … deja de ser un trofeo, es una condena propia de la identidad.

Mephisto fue inicialmente un ángel caído. En esta hora de soledad física y de fracaso vital -en el sentido recién expuesto- clama a Dios lo vuelva a acoger en su seno. Pero esta plegaria le es negada: deberá aprender a ser ontológicamente y eternamente el Diablo. Incluso él como ser carnal y a la vez arquetípico está requerido de ser capaz de “elevarse”: subir un peldaño más en su propia consciencia evolutiva, sin dejar de ser lo que es.

A mayor abundamiento, escénicamente FAUSTO el tarot es un extremo y despojado ritual entre el actor y sus espectadores al igual que FAUSTO el oráculo.

Existen en esta teatralidad los mínimos elementos y no hay frontera física con los asistentes. Y todo está radicado en el cuerpo del actor en un complejo tramado orgánico y psicofísico -las habituales líneas de investigación de Montagna en sus trabajos- que permite desarrollar la dramaturgia interna y espacial de este nuevo espectáculo con sus fundamentos dramáticos. Y a la vez estatuir el ceremonial a través de la creación de diversos cánones energéticos que le permiten contactar al espectador, involucrarlo e interactuar con él… sólo desde este cuerpo desnudo escénicamente, sin recurrir deliberadamente a los normales o habituales recursos teatrales que apoyan la “representación” de una ficción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario