Hay en mí dos almas... la una, apasionada y viva, está apegada al mundo por medio de los órganos del cuerpo... la otra, lucha siempre por disipar las tinieblas que la cercan y abrirse un camino hacia la mansión etérea. ¿Por qué con tanta violencia y goce me hundo en la incertidumbre de la humanidad? Entonces... tenía la vista fija en el mar que rugía y se encrespaba cada vez con más fuerza, hasta que al fin se calmaba y extendía tranquilo sus olas para invadir la llanura o la playa... y la ola ahora se acerca, se hincha, crece, invade y se extiende por la inculta arena, sólo están allí las encrespadas olas que al fin se retiran sin haber fecundizado cosa alguna. Esa fuerza sin objeto de los indomables elementos excita mi desesperación y obliga a mi espíritu a tender sus alas sin consultar más que su deseo de luchar y de vencer... sería para mí un goce supremo arrojar de su orilla al mar altivo y tempestuoso, contenerle en los límites de la húmeda playa y hecerle retroceder todo cuanto pudiese. Ahora veo en el espacio un carro de fuego que se dirige hacia mí con rápidas alas… voy a subir a él para recorrer las esferas etéreas. El arte es largo y la vida es corta. La vida es corta y el arte es largo... (Fausto, Goethe)

LA DRAMATURGIA Y EL LENGUAJE:

En las dos versiones que hace Juan Carlos Montagna del Fausto de Goethe, se busca profundizar en la cara humanista de ambos personajes. También en la parte luminosa y en la parte oscura que dramáticamente conviven al interior del ser humano.

No sólo nos enfrentaremos al intenso recorrido de una vida condenada al dolor, a través del personaje de Fausto en la primera versión de la obra, sino que también nos internaremos en el mundo espiritual de Mephisto en el segundo espectáculo: siendo testigos del padecimiento de un ser que se desvive como la sombra de la humanidad.

Trabajada desde un teatro psicofísico basado en las energías, la organicidad y la dimensión ritual del actor, es el método desarrollado por Juan Carlos desde hace veinte años con su Cia Interno y que hoy enseña en la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Ambas obras proponen volver la mirada hacia el actor como el gran portador del relato teatral.

Los actores se extreman en escena llegando a traspasar los límites de la representación para alcanzar dimensiones expresivas donde se deben lograr umbrales de energía que van más allá de lo habitual en el Teatro, pudiendo instalar tanto en sus cuerpos como en la sensibilidad del espectador incluso el misterio y la magia. Se plantea una radicalidad absoluta del cuerpo en escena en diferentes niveles performativos, donde no existe escenografía y sí un espacio absolutamente despojado donde la intensidad actoral se proyecta a los espectadores que están incluidos en este espacio escénico.

Así, se invita al espectador a formar parte de una experiencia más allá de una representación de teatro: participar de un ceremonial donde es imposible permanecer indiferente sin involucrarse. Esto también ha ocurrido en trabajos anteriores del director, en especial Sexo, estrenada en el festival Escena Contemporánea Madrid 2003 y luego mostrada en Chile en Matucana 100, causando un gran impacto por el modo como se abordó la sexualidad y el haber tenido una duración de veintisiete horas de trabajo ininterrumpido en escena.

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